martes, 21 de mayo de 2013

La evaluación



Nosotros, Los Carmina, en ningún momento de nuestra etapa educativa nos planteamos el hecho de para qué servía un examen, o cuál era el principal motivo de que al final de cada trimestre se nos entregase un boletín con las notas que habíamos obtenido en los exámenes. Nuestra única obligación tanto para nuestros padres como los profesores era la de superar los conocimientos que se planteaban un día en concreto, en un folio concreto. En el caso de que los superaras, en ese boletín venía un PA (progresa adecuadamente) acompañado de hasta tres positivos, lo que simbolizaban los futuros “bien”, “notable” y “sobresaliente”.
Hasta nuestra entrada en la universidad,  y tras haber aprobado el examen por excelencia, la PAU, no oímos nada acerca de una posibilidad de evaluación sin necesidad de exámenes. Nadie nos había expuesto el sistema educativo como lo exponían los profesores. Casi todos los profesores veían ridículo la necesidad de los exámenes como único método calificativo. En un principio, esto resultaba extraño para nosotros, ya que no éramos capaces de ver más allá del examen para poner las notas que decidiesen si pasábamos de curso o si por el contrario repetíamos. Fue en ese momento cuando nos expusieron la cuestión:
“¿Y por qué tiene que haber notas?” “¿Para qué sirven las notas?”
Estas preguntas, que era la primera vez que las escuchábamos, nos hicieron pensar, pero no fuimos capaces de encontrar una solución.
Cuando nos expusieron el para qué servían las notas, lo comprendimos todo, por fin. Comprendimos todo el sistema educativo, toda la serie de reformas que se están realizando, esa importancia que se le otorga a las notas…toda la parafernalia que la entrega de un boletín conlleva no es más que para poder clasificar a las personas, a los alumnos. En el momento en el que un alumno obtiene una mala calificación en un examen, ese alumno cae en el “casillero” de los “NO APTOS”, llegando incluso a conseguir que ese niño se crea que él no vale, y se oigan frases tales como “Yo es que no valgo para estudiar”.
Con esta serie de ideas en mente, y tras la finalización del bloque de “Evaluación”, le realizamos una entrevista a @hernandezbea, pedagoga y maestra en una escuela de Madrid, para ver si ella podría aclararnos algo más aún algunos temas acerca de la evaluación y para ver cómo aplicaba ella estos conceptos en su rutina como maestra.

-¿Cree que es posible medir el aprendizaje que un niño adquiere?
El aprendizaje no se puede medir de una manera cuantitativa (nota, puntuación, calificación) porque no es objetivo, ni debe serlo, aunque pongamos mucho empeño en ser  exhaustivos y precisos con los métodos de calificación ya que  el margen de error es mayor del que creemos. Las condiciones de laboratorio no existen  en la escuela,  debido a la inmensidad de  factores externos que influyen en los chicos y que no podemos controlar por lo que los resultados que obtengamos de la mera calificación, siempre en mayor o menor medida, serán imprecisos y superficiales, y sobre todo no cumplirán con el cometido.
-¿Qué significa “evaluar” para usted?
Evaluar es valorar de forma cualitativa que  conocimientos o aspectos están sólidamente aprendidos y cuáles  débilmente adquiridos e informar a las familias de ello. El proceso no concluye si la intención es formativa. 
-¿Es lo mismo evaluar que calificar?
Donde no llegan los números, empieza la evaluación. No es mía, es de  Don Juan Manuel Álvarez, un instruido en esto de la evaluación. 
-¿Qué herramientas utiliza usted para calificar a sus alumnos?
Para calificar las que me obliga a utilizar la Administración de Madrid y el centro educativo donde trabajo. Pruebas Iniciales, Pruebas de  Conocimientos y Destrezas Indispensables, plantillas de correcciones y los boletines de notas. 
-¿Cree que las notas tienen algún valor pedagógico? ¿Por qué?
Ninguno, porque no dan información real de la evolución del alumno. Lo que ha aprendido y lo que le falta por aprender, cuáles son sus puntos fuertes y cuáles los débiles, qué sabe ya hacer o en qué se tiene que esforzar aún más.
Las notas indiscriminadas, muy al uso lamentablemente en las escuelas, rompen con el sentido esencial del aprendizaje de disfrutar con el gusto por saber. Con la calificación además irrumpe la competición.

-¿Sería posible no poner notas en la enseñanza obligatoria?
Posible no, sería necesario por eso mismo, porque es obligatoria. A no pocos  (y cada vez son más, desafortunadamente) les obligamos a estar en un sitio donde no quieren, después les  etiquetamos intelectualmente  y además les pedimos que no pierdan la sonrisa incluidos los que salen peor parados. ¿Cuál es la lógica? ¿Crear jerarquías? ¿Es esa la misión de la escuela? ¿O posibilitar el mayor número de aprendizajes con verdadero valor educativo?

Después de leer detenidamente las respuestas de Beatriz hemos confirmado nuestras ideas acerca de la evaluación y mantenemos que la calificación de los alumnos no tiene cabida en la escuela moderna.
La escuela debería centrarse en la evaluación, ya que si evaluamos a los niños, estos serán capaces de mostrarse de una manera crítica hacia la sociedad y los educaremos en la más plena democracia, que es lo que realmente debería buscar la escuela.
Si apartamos las calificaciones, apartaremos las clasificaciones y las etiquetas, y conseguiremos una educación democrática, libre y para todos.